La inteligencia artificial es la protagonista de la próxima revolución tecnológica. Los ordenadores capaces de tomar decisiones por sí mismos en base a la información que contienen es una realidad que ya existe en la actualidad. Con este tipo de software lo que se pretende es automatizar funciones para que los humanos mejoren su calidad de vida.
Las aplicaciones de la inteligencia artificial son múltiples. Las más conocidas son las que se realizan en el sector del automóvil para crear un coche sin conductor, pero también se está estudiando sus prestaciones en medicina o, incluso, el ejército. Esto genera muchas cuestiones relacionadas con la ética en ámbitos donde la toma de decisiones no es tan fácil y su automatización puede llegar a producir situaciones en la que existan conflictos de intereses.
Ya son muchas las voces que se han alzado, por ejemplo, sobre el racismo presente en los algoritmos de inteligencia artificial. Hace unos años, Twitter etiquetó de manera automática a dos personas de raza negra como gorilas. Esto causó un gran revuelo y puso en alerta a muchos sectores de la población sobre las implicaciones éticas que podían tener la toma de decisiones automatizadas.
Esto es sólo una muestra de la dimensión ética que conlleva la aplicación de esta tecnología. La inteligencia artificial se está usando para tomar decisiones mucho más trascendentales como la concesión de préstamos bancarios o, incluso, para seleccionar candidatos para un puesto de trabajo.
Es por ello que es muy importante otorgar una dimensión ética a la inteligencia artificial para asegurar que su utilización no sea un amplificador de la justicia y la desigualdad. El establecimiento de unos límites que garanticen una correcta aplicación es la mejor manera para conseguirlo.
Los retos para conseguir una inteligencia artificial más ética
Una de las claves para conseguir una inteligencia artificial más ética es garantizar la transparencia de sus procesos. Es importante conocer cómo ha llegado a tomar decisiones y cuáles son los criterios usados. De esta manera se determinará si la decisión tomada ha sido realmente correcta sin que haya producido algún tipo de error.
Esto nos lleva a la siguiente cuestión ética: la responsabilidad. No hace referencia a que la inteligencia artificial deba responder sobre sus actos como cualquier individuo de la sociedad lo hace. Lo que se pretende con este límite es que las decisiones más conflictivas deberán ser analizadas y estudiadas para evaluar el funcionamiento de la tecnología. Nunca se debe dar por supuesto que el ordenador siempre ha tomado la elección correcta.
El funcionamiento de la inteligencia artificial se basa en lo que se conoce como machine learning. Es un software que recibe continuamente información y sobre la que basa su manera de proceder. Se debe garantizar que la calidad de los datos que recibe sea la adecuada. Si existe algún tipo de error o deficiencia se llega a decisiones alteradas ya que no cuenta con otras referencias para actuar.
Una de las cuestiones que levanta más ampolla en cuanto a la ética aplicada a la inteligencia artificial es el sesgo. Al fin y al cabo, es obra de personas que ya cuentan con sus propios prejuicios que se reflejan en la toma de decisiones de la inteligencia artificial. Esto se puede comprobar incluso en el propio funcionamiento de la tecnología que en muchas ocasiones evidencia la tendencia hacia ciertas ideas políticas, culturales y sociales.
La inteligencia artificial plantea muchos retos tecnológicos y éticos en un futuro que se presenta muy cercano. En Aratech te ayudamos a que aproveches al máximo este recurso para maximizar la productividad de tu empresa o negocio. ¡Contacta ya con nosotros!